Balada Triste de Trompeta: Delicatessen a Ritmo de Metralleta

En lo que llevamos de año, a uno de los estrenos que más ganas le tenía era a la última película de Alex de la Iglesia, uno de mis directores españoles de cabecera. Que tras joyas como El día de la Bestia o La comunidad me ha atrapado para el fin de los tiempos. Con cada obra suya nos sorprende y nos sobrecoge y como no podía ser de otra manera con Balada triste de trompeta ocurre lo mismo.

Tras varios proyectos rondándole por la cabeza como La marca amarilla o Fu Manchú, que por ahora tiene más aparcados que los coches de los tiovivos, por fin se lanzó a la ejecución de Balada triste de trompeta, una historia que le inspiró la canción del mismo nombre cantada por Raphael, aunque él la ha dado forma para hacer su particular homenaje a una época y todo lo que ella conlleva, que le tocó vivir. Unos años llenos de contrastes en los que se mezclaba la intranquilidad social de un país y la inocencia de un niño. Según el director siempre tuvo en su mente el querer contar la historia de un tipo con mente psicótica, y la idea de un payaso le venía ni que pintada, así que mientras trabajaba en la serie Plutón BRB nero, de la cual gran parte de su cast también está incluido en la cinta, fue fraguando la historia de estos dos payasos enamorados. Una cinta a modo de homenaje y de recuerdo de lo que fue su infancia, de aquellos que le hicieron reir en unos años en los que la sangre se mezclaba con los regalices, nos habla en definitiva de ese drama que es vivir y sobrevivir al sufrimiento.

La trama nos acerca a una primera parte en la que la guerra civil está presente, una etapa en la que se fraguarán muchos de los interrogantes y de las decisiones que después veremos plasmadas en la parte que narra ese microcosmos del año 1973. Pero la cinta no arranca solamente ahí, sino que ya lo hace desde los créditos del comienzo, unos títulos de crédito de los mejorcitos que he visto en mucho tiempo, puede que a alguno le recuerden por la forma a los ya vistos en Wachtmen, y sí pueden tener un cierto paralelismo, por aquello de mostrarnos retazos de la historia. Pero estos a los que nos enfrentamos por lo inquietantes de las imágenes y la música de fondo, ya nos sitúan perfectamente en lo que nos vamos a encontrar a continuación.

Fiel a su estilo nos encontramos ante una de las películas más personales del director, puede que al ser el primer guión que emprende totalmente en solitario, pues su gran colaborador Jorge Guerricaechebarria esta vez no está con el, de la Iglesia da rienda suelta a su universo, sin cortes ni publicidad. Nadie como él puede convertir, lo que a priori puede ser una romántica historia de amor, en una historia de violencia a bocajarro.

Puede que no sea una cinta para todos los públicos y a aquellos que no estén acostumbrados al cine de de la Iglesia les choque bastante, pero sin ánimo de equivocarme, creo que estamos ante una de sus mejores películas, no en vano regresó del Festival de Venecia con el premio al mejor guión y director, que por otro lado este año presidia el Festival Quentin Tarantino y al ser uno de los directores más amados por Alex de la Iglesia le llenó de entusiasmo.

Una inteligente mezcla entre drama y comedia que sobrecoge al espectador, te mantiene en tensión todo el metraje sin darte un ápice de descanso, con escenas muy duras cargadas de una violencia sin cortapisas, una tragedia grotesca que roza la comedia negra. Pues de tan aparente inverosimilitud no sabes si reír o llorar. Un viaje frenético que cuando termina estas deseando volver a ver, a disfrutar, a ahondar más en los detalles. Una sabia plasmación de su seña de identidad: la extravagancia y el esperpento. Una trama que pulula por infinidad de cuestiones morales como ese enfrentamiento antagónico entre los protagonistas que atisbaramos en obras del director como Muertos de risa, pero que en esta que nos ocupa roza y llega al límite más atroz. Un saber encuadrar la historia en una época tan política y no ahondar más que lo justo en los vericuetos políticos sin tener que decantarse firmemente por ningún bando. Pues la vida se vive y se sobrevive.

Sin querer desentrañar la trama de la película debo decir que hay escenas memorables, desde el cara a cara entre Santiago Segura y Fernando Guillén Cuervo o la lucha final en las alturas, medio al que recurre tanto el director, esos duelos de alturas que ya hemos visto en cintas como El día de la Bestia o La comunidad. Y si el guión y la dirección no tienen ni un atisbo de error tampoco lo tienen las interpretaciones con un elenco más que digno para esta cinta que en manos de otros actores no podría ser de otra manera, tanto Carlos Areces como Antonio de la Torre nos vuelven a demostrar su savoir faire, pero el largo listado de nombres como Santiago Segura, Sancho Gracia, Manuel Tafallé, Carolina Bang o Gracia Olayo, no están ahí por casualidad. Una magnífica factura tanto en guión, dirección, interpretación y recreación, pues no podemos dejar de lado la estupenda obra en el plano de efectos especiales que nos recrean escenas tan míticas como el atentado de Carrero Blanco.

En definitiva una película que emplazo a ver a todos los seguidores del director y todos aquellos que no tengan miedo a la violencia descarnada que es el sobrevivir. Por cierto, nunca me gustaron los payasos...ahora sé porque.

Mi nota: 9/10

Lo mejor: desde el principio al final

Lo peor: querer volver a verla YA

La frase: Un payaso con un machete...los vas a acojonar

La escena: Javier preparando su disfraz definitivo en una ermita

Contenido: Violencia: 5, Drama: 4, Comedia: 2

Escuchando: Titles - Roque Baños